Si eres de los que se enojan cuando tu estómago comienza a gruñir de hambre, es decir, que sufres de “enojambre”, no te preocupes, no es que seas exagerado o irracional, tu enojo tiene una razón científica.
Un estudio ha mostrado que el hambre hace que las personas se comporten de manera agresiva con su pareja. En este estudio participaron 107 matrimonios, donde a cada uno de los voluntarios se le proporcionó un muñeco vudú que representaba a su pareja junto con 51 alfileres. Los impulsos agresivos de cada participante se midieron según la cantidad de alfileres que habían incrustado en el muñeco cada noche durante todo el tiempo que duró el experimento.
La agresión, por otra parte, fue medida por las veces que los voluntarios bombardearon a su cónyuge con un sonido molesto en unos auriculares que tenían que usar. El resultado fue que los sujetos que experimentaban niveles bajos de azúcar pincharon más a los muñecos vudú de sus parejas, y también lanzaron sonidos más fuertes y duraderos que aquellos que tenían un montón de glucosa en su sistema.
Esto se debe a que, para controlar nuestros impulsos agresivos requerimos de energía, y gran parte de esa energía proviene de la glucosa derivada de los alimentos que ingerimos. Además, la glucosa es la única molécula que nuestro cerebro acepta como combustible. Así que cuando dejamos de producir suficiente glucosa, nuestro cerebro tiende a dejar de funcionar correctamente.
Otras investigaciones también han concluido que hay una relación entre comportamientos violentos o agresivos y los niveles bajos de azúcar aunados a un metabolismo lento de la glucosa, por lo que, por ejemplo, personas con diabetes tipo 2 son más propensas a sufrir de “enojambre”.
Así que ya sabes, si comienzas a sentir la furia en tu interior… toma una cucharada de azúcar, cuenta hasta diez y corre por unos tacos (más vale acabar con el enojo de raíz), o como dicen por ahí: barriga llena, corazón contento.
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Por: Paulina Morlay
vía: PMC y Wiley Online Library